Conarte cumplirá 15 años en 2010. No es un periodo demasiado largo para una institución pública, y menos en un campo como el de la cultura y las artes, pero es a la vez un lapso que pone a prueba cualquier iniciativa colectiva. Las siguientes líneas expresan mi perspectiva sobre la trayectoria de este organismo y sugieren algunos retos de la política cultural nuevoleonesa.

El contexto en el que surgió Conarte ha cambiado notablemente. A mediados de la década pasada Nuevo León, y en particular Monterrey, experimentaban un auge de las manifestaciones artísticas. Los nuevos o remozados espacios culturales daban cabida a exposiciones y otro tipo de expresiones que mostraban una vitalidad que corría pareja con el empuje asociado a la globalización y en especial a la apertura y la integración comercial norteamericana.

Este palpable impulso encontró su ancla en Conarte como una institución con contrapesos sociales y de los propios creadores. Su función como catalizadora, promotora, organizadora y coordinadora de múltiples esfuerzos culturales de todos los sectores y disciplinas artísticas tuvo un apoyo indudable de la comunidad, y se legitimó progresivamente como un modelo de vanguardia para el estado y el país.

 

Desde entonces el organismo ha ido sumando a su cargo espacios culturales que no existían o no habían tenido programación constante. Es ejemplo en nuestro país de la participación de los artistas en el quehacer cultural, en la definición de políticas culturales y de las estrategias para cumplirlas y en la toma de decisiones que esto conlleva. Por encima de las críticas que sin lugar a dudas pueden hacerse a la labor de Conarte, ha logrado mantener su estructura y su oferta cultural.

 

En estos años, sin embargo, diversos cambios han ido moldeando el entorno de la cultura y los organismos que la promueven. La política cultural nacional, que en realidad ha estado siempre en proceso de construcción, se ha desdibujado notablemente, y ha sido notoria una creciente confusión sobre el proyecto cultural nacional. La producción artística es vigorosa por la fuerza de sus creadores, pero se echa de menos un impulso estructurado que la promueva. Los organismos nacionales de cultura han ido perdiendo protagonismo y liderazgo.

 

Por su parte, el basamento social de la cultura se ha transformado aceleradamente. En estos años vivimos un deterioro y desintegración sociales crecientes que constituyen una amenaza cada vez mayor a las estructuras políticas y económicas, a las que la cultura no ha sido inmune. En las prioridades de la población y del Estado la seguridad, la cohesión ciudadana, la necesidad de integración, la certidumbre económica y otras necesidades ingentes han ocupado cada vez más la atención y los recursos. El acceso a las actividades y productos culturales usualmente se percibe como necesario pero postergable.

 

El debate cultural reciente ha estado marcado por las amenazas a la lectura, el deterioro educativo, el aplanamiento cultural del gusto debido a la globalización, el debilitamiento de expresiones características de lo nacional, entre otros rasgos que expresan preocupaciones sobre la fragilidad de un proyecto cultural bien identificado. Por fortuna, aun en dicho marco florecen expresiones como el cine o la escritura y las artes plásticas, y se diversifican y fortalecen opciones de acceso al disfrute estético.

 

Buena parte de estos signos positivos ha tenido que ver con el desarrollo de las oportunidades culturales estatales y regionales, y este es el caso de Nuevo León. Desde su creación, Conarte estableció en su misión el compromiso de impulsar un programa plural, democrático y participativo que propicie y estimule las expresiones artísticas, incremente los valores culturales y proteja, conserve y difunda el patrimonio cultural. La misión del organismo subraya su papel en la colaboración con otras instancias de promoción cultural pública y privada a nivel municipal, estatal y federal.

 

En Conarte, la comunidad artística elige a la mitad de los consejeros y, a diferencia de lo que ocurre en otros consejos consultivos, los consejeros ciudadanos forman parte del órgano de gobierno. Dicha estructura ha propiciado la participación de los artistas buscando la pluralidad y el consenso a través de decisiones democráticas.

 

En cumplimiento de su misión, Conarte estableció como políticas: 1) el estímulo a la creación para artistas locales; 2) la formación y capacitación; 3) la sensibilización y formación de públicos; 4) la promoción y difusión; y 5) el desarrollo de la infraestructura cultural. Y, para responder a ellas, planteó programas estratégicos muchos de los cuales siguen vigentes y otros más han sido propuestos.

 

El apoyo público a estas tareas ha sido creciente, aunque no siempre suficiente, y está claro que acercar los bienes culturales a sectores más amplios de la sociedad sigue siendo una tarea en proceso. A reserva de un análisis detallado de la producción, la oferta, la distribución y el consumo de bienes culturales en Nuevo León, el presupuesto dedicado a cultura se ha incrementado desde la creación de Conarte en 1995, año en que se ejercieron alrededor de 5 millones de pesos, a más de 50 millones en 2003 y a más de 150 millones autorizados para 2009. Además, en los últimos años se destinaron recursos mucho más cuantiosos que, sin embargo, se dispersaron en iniciativas a cargo de nuevos organismos, como fue el caso notable del Forum en 2007.

 

Los resultados han sido evidentes. Nuevo León ha logrado grandes avances con el crecimiento de la infraestructura, los recursos presupuestales aplicados, la proyección nacional e internacional, una mejor actitud del público hacia las manifestaciones culturales y un grupo cada vez mayor de creadores locales. El balance general de la experiencia de Conarte es positivo, sin duda, y constituye una plataforma institucional consolidada y legitimada socialmente para seguir promoviendo el desarrollo cultural. Lo que se ha logrado en estos años puede permitir el avance en nuevas direcciones, en el marco de una idea cultural para el estado.

 

A diferencia de lo ocurrido durante la mayor parte de la vida de Conarte, hoy la política cultural se moverá en un contexto de crisis, que no es sólo económica sino también social. Frente al pesimismo reinante quisiera subrayar la necesidad de repensarnos como una sociedad plural donde la igualdad de oportunidades sea una posibilidad efectiva y replantear el papel de la cultura, de la política cultural, de cara a la realidad. Para ello acudo a la aseveración de Sloterdijk: "Las sociedades son sociedades mientras imaginan con éxito que son sociedades"[1]. De esta dimensión es el reto: que la cultura contribuya y sea protagonista de la reconstrucción social.

 

Podemos imaginar un Consejo para la Cultura y las Artes de Nuevo León en el que funcionarios y artistas pongan siempre adelante los intereses de la sociedad en su conjunto, que puedan reconocer y convivir con la pluralidad, que lleven a cabo las políticas culturales planteadas, que las sigan viendo como un compromiso, y que sus acciones estén encaminadas a su cumplimiento. Hay que evitar a toda costa que las instituciones sean capturadas por los intereses, no necesariamente ilegítimos, de sus participantes.

 

La misión y las políticas originales de Conarte siguen vigentes, pero se requiere mejorar la participación y la búsqueda de consensos, generar políticas transversales con una orientación sociocultural y, a partir de ellas, arraigar en la percepción de la comunidad. Este enfoque supone procurar la inclusión de actividades culturales en la vida cotidiana y, para ello, es necesario percibir la cultura como una base para mejorar la calidad de vida y articularla con las actividades económicas.

 

También se requiere más y mejor participación de Conarte en la promoción que apoya el Gobierno del estado y, sin duda, más eficiencia, mejor coordinación y mejor programación. Habrá que ofrecer más programas en coordinación con la Secretaría de Educación, y trabajar en conjunto con Desarrollo Social y con Turismo. Todo ello supone más recursos presupuestales, pero sobre todo que se destinen más a las actividades sustantivas que permitan esa integración.

 

En Monterrey se han creado nuevos espacios y se ha renovado la infraestructura. Con ello, ahora ya hay condiciones para que el acceso a las actividades culturales se descentralice y quede más disponible para la población de toda la zona metropolitana y de los demás municipios del estado. En la circunstancia actual, el aprovechamiento de la infraestructura se vuelve central para desarrollar una cultura de cohesión en la que amplios sectores de la población se sientan involucrados y participen en las actividades culturales mientras se usa el tiempo libre y se disfruta del esparcimiento. Aun cuando muchas de las actividades no interesan a amplios sectores de la sociedad ya sea por su alto costo, por la falta de difusión o por otros motivos que llevan a la automarginación, también es cierto que la cultura popular con frecuencia se menosprecia. Además, los programas enfrentan la falta de promoción en los medios de comunicación masiva que en general no se interesan por el quehacer artístico de la región.

 

Partiendo de los avances alcanzados, el estímulo creativo de la política cultural puede expresarse como una orientación social de la cultura: que llegue y se involucre en ella más gente, pero sobre todo que la cultura sea impulsada y percibida como un recurso colectivo contra la crisis social que nos aqueja.

 

[1] Carolina Farías es directora del Fondo Editorial de Nuevo León. De 1995 a 2003 fue secretaria técnica primero, y presidenta después de Conarte.

 

[2] Peter Sloterdijk, En el mismo barco, Biblioteca de Ensayo Siruela, Madrid, 2006, p.20.

 

Marzo de 2009.

 

(Imagen tomada de Internet / Derechos reservados por el autor)

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