Tiene la obstinación y el instinto de sobrevivencia del extraordinario personaje de la pieza teatral Madre Coraje de Brecht. El valor y la enjundia de La Pasionaria, la célebre e incansable mujer comunista-autora de la frase No pasarán que resumía la consigna de lucha contra el fascismo de Francisco Franco.
Baja de estatura, con los años y el peso de la resistencia, la angustia y la lucha incansable surcándole el rostro de mujer casi octogenaria, posee la fuerza moral, el discurso agitador y la presencia contundente de quien cree en la justicia, la libertad y la democracia, no desde la teoría política abstracta, la academia impoluta o el discurso demagógico (nada le es más ajeno), sino desde la oposición de izquierda que –con sus miserias y contradicciones– sigue manteniendo viva la utopía.
Ella es Rosario Ibarra, mujer típica regiomontana de la clase media alta; esposa, madre, abuela. Lleva 33 años luchando contra la guerra sucia prolongada por los gobiernos de la derecha, priístas y panistas. En busca de su hijo Jesús Piedra, desaparecido militante de la guerrilla urbana de los años setenta, ha tocado todas las puertas del poder, se ha manifestado en calles mexicanas y extranjeras; ha sido candidata a la presidencia de la República por el Partido Revolucionario de los Trabajadores, en la elección del fraude electoral que impuso a Carlos Salinas de Gortari.
Fundadora de la organización de madres y familiares de militantes desaparecidos, lucha por una causa que simboliza el instinto de la vida contra los gestos y los actos de la muerte institucionalizada en las fuerzas represivas del Estado Mexicano. Apoyó y acompañó a los insurrectos del EZLN que en 1994 salieron a la luz pública en Chiapas. Hoy es senadora por el PRD y una mujer emblemática que se opone a la privatización de la industria petrolera. No es una mujer cualquiera. En el contexto dominante de la conservadora clase media regiomontana, es rara avis, admirada y odiada. La derecha preferiría que no existiera. Las mujeres en su lucha por la equidad de género y la subversión en la cárcel doméstica donde las tiene confinadas el fundamentalismo católico, le deben un tributo. Rosario Ibarra no sólo teoriza: va a la práctica con todos los riesgos que implica en esta sociedad de machos y déspotas apoltronados en la Cosa Pública.
Si amplios sectores de mujeres de las diversas clases medias y de la alta burguesía formadas en la ideología del autoritarismo y la obediencia, se han politizado mediante el miedo, la propaganda manipulada de la derecha y el instinto conservador que avala todo poder fáctico y simbólico (así se sostenga sin consenso e impunemente); las mujeres progresistas, liberales y de la izquierda encuentran en Rosario Ibarra un símbolo libertario, a una de las suyas que no se amedrenta y está muy lejos del discurso pavloviano, reaccionario, que recluye a la mujer en el hogar y la distrae con la banalidad telenovelera , los libros y cursos de autoayuda, la seudopsicología, la astrología y los seminarios de los charlatanes de la Espiritualidad Trascendental obtenida en diez lecciones muy rapiditas. Las mujeres atrapadas en el conformismo son llamadas sólo para votar en elecciones o se les utiliza como carne de cañón en movilizaciones histéricas contra todo cambio radical, tal como lo patentaron en las calles de Chile las damas caceroleras del pinochetismo, en los años del Golpe de Estado fascista contra Salvador Allende.
Con su inconfundible atuendo negro y su energía y su desasosiego que le vienen del instinto de madre a la que arrebataron al hijo amado, del que no sabe si vive o ha sido asesinado; ella apuesta por la alegría de saber que lucha como ciudadana junto a mujeres y hombres que no se doblan. Rosario Ibarra es una sobreviviente de la lucha contra la represión. Ojalá le alcance la vida para ver que sus años en la política han contribuido a la construcción de una sociedad realmente democrática y justa. Nuestra Madre Coraje. Nuestra Pasionaria. Rosario Ibarra es ella misma.