¿Se están dando pasos hacia la aparición en los escenarios de una nueva noción de "teatro político", que tendría sus raíces en lo que en el siglo XX fueron las tentativas de Piscator, Brecht o Peter Weiss (y otros muchos)? De todos modos, no hay que olvidar que el "teatro político", como una empresa artística, combativa y radical, nutrida con un pensamiento de izquierda, nunca ha dejado de tener vigencia en los escenarios europeos, por ejemplo, en la presencia incombustible de Dario Fo.

Pero es el caso que ahora aparecen nuevos signos en ese sentido, entre los cuales se pueden reseñar fenómenos como el de que en los EE.UU. se represente con éxito la obra "Marx en el Soho" de Howard Zinn que ahora aparece entre nosotros, en una excelente traducción; y el de que surjan proyectos como éste que Alfonso Sastre llama "por un teatro vertebral", dirigido contra la omnipotencia del imperialismo norteamericano en el mundo, y ejemplificado con el texto dramático del mismo Sastre "El nuevo cerco de Numancia". ¡Un pequeñísimo y poético David -Fo, Zinn, Sastre y otros cuantos- contra un supergigante, político y económico, planetario, Goliat: el Imperio norteamericano; una empresa "irrisoria", y casi ridícula, como le gusta decir al autor de este último proyecto!; pero, ¿es que puede esperarse del arte algo más que algunas apuestas imaginarias por la utopía o pequeños (o grandes) gestos de insumisión?

Howard Zinn, ese gran historiador independiente, se confirma ya como un excelente autor dramático (después de la afirmación que supuso su drama sobre la anarquista Emma Goldman) en esta pieza en un acto, que es un brillante monólogo, en el que vemos a un Marx, humano y entrañable -qué gran papel para un actor- que vuelve al mundo de hoy para decirnos cuatro verdades como cuatro puños. ¿Y qué hay de verdad y qué de fantasía en este imaginario regreso de Marx a un escenario teatral de nuestro tiempo? Howard Zinn nos lo dice claramente, afirmando que en su obra "los principales acontecimientos de la vida de Marx y de la historia de su época son básicamente ciertos: su matrimonio con Jenny, su exilio a Londres, la muerte de sus tres hijos y los conflictos políticos de aquellos momentos: la lucha de los irlandeses contra Inglaterra, las revoluciones europeas de 1848, el movimiento comunista, la Comuna de París". Pero Zinn espera que su obra -nos dice- "ilumine no sólo aquel tiempo y el lugar de Marx en él, sino nuestro tiempo y nuestro lugar en él". Eso le otorga su gran actualidad en el día de hoy, cuando se ha producido, como Sastre denuncia en su reciente librito "Los intelectuales y la Utopía", tan masivo desplazamiento de intelectuales y artistas hacia la derecha más reaccionaria, y ellos se dedican a certificar, en los más importantes media, y con la dudosa fuerza de su maltrecho prestigio, el carácter definitivamente obsoleto del marxismo. La cosa empezó hace muchos años, con chistes como aquel que decía: "Dios ha muerto, Marx ha muerto, y yo no me encuentro muy bien del todo".

 

En esta obra, aparece en escena un Marx "bajo y rechoncho", que exclama al ver al público de la sala: "¡Gracias a Dios, un auditorio! Me alegro de que hayais venido. No habeis hecho caso de esos idiotas que han dicho: ¡Marx está muerto! Bueno, lo estoy... y no lo estoy". Y nos cuenta su vida y su filosofía del modo más directo y divertido, evidenciando las grandes virtualidades actuales de su filosofía.

 

El otro libro que hoy reseñamos, aunque sea muy brevemente (pues no es espacio lo que sobra para estos menesteres), contiene un manifiesto teórico -que habrá que añadir a los ya históricos de este autor, desde el del Teatro de Agitación Social (TAS) al que escribió "Por un teatro unitario de la revolución socialista (TURS)"-, y una tragedia altamente política y actual, que apunta a los nuevos "cercos" (y embargos) del Imperialismo: los de Iraq y Palestina: así pues, a tragedias actuales y a las que se avecinan, si los pueblos no paran los pies al Imperialismo hoy reinante en el mundo, desde la caída del sistema socialista.

 

No es lo menos interesante de esta obra lo que ella tiene de homenaje a la tragedia homónima de Cervantes, sobre cuya estructura Sastre escribió hace años esta tragedia nueva, conmovedora y atroz.

 

(Imagen tomada de Internet / Derechos reservados por el autor)

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