Hoy pensaba en una frase que acabo de escribir, y en otra más, y en lo mamona que a veces soy; por ejemplo cuando escribí aquello de: "Te regalo mis perlas. La vida es poesía".
Estaba en la calle, esperando un autobús. Y mientras pensaba todo eso, miré al suelo y vi una perla tirada. La levanté y me di cuenta de que no era de plástico: No sé si cultivada o natural, pero era auténtica.
Después -como en uno de los pocos sueños recurrentes que a veces tengo, donde encuentro monedas, piedras preciosas o cuarzos-, descubrí que más allá estaba otra; y luego otras dos... y otra. Cinco en total. Tal vez producto de un robo semifallido, de un descuido; o de una brusca caricia -parte de algún posible arrebato pasional.
Entonces me pregunté si la vida me devolvía "mis perlas", o simplemente me proveía de más; si el cerdo era yo, y si dejaba de serlo al tomarlas y guardármelas.
Por estar pensando en eso me subí al autobús equivocado y me desvié de mi ruta original, donde resultó que estaba ocurriendo un bloqueo de calles frustrado y una balacera, cuyos últimos dos disparos sólo alcancé a escuchar.
Al posible fallido ladrón, al descuido, o la pasión... a la vida y su extraña poesía:
Gracias por las perlas.
Veré que hacer con ellas.
(Imagen tomada de Internet / Derechos reservados por el autor)