Después de una larga temporada en la que el tema de la autonomía universitaria estuvo ausente de las notas periodísticas, lo que puede ser leído como indicio de que en lo que hace a las universidades públicas en general, y la nuestra en particular, todas están inmersas en la continua búsqueda de la calidad académica.
Pero he aquí que como "rayo en cielo luminoso" (Marx dixit) el pasado 6 de junio, la autonomía universitaria reapareció en dos notas periodísticas, en aparente desconexión. Una de ellas convocaba a la conferencia magistral que dictaría el Rector de la UNAM, como una manera de "conmemorar los 40 años de autonomía de la UANL".
La otra se refería a una serie de extrañas operaciones conforme a las cuáles Pemex había contratado una serie de servicios a la UANL, y ésta había subrogado, aún en forma más extraña, a un "investigador" que según la nota informativa del periódico El Norte (Junio/06/2011) no contaba ni con la infraestructura ni los recursos humanos para proporcionar los servicios contratados.
Pese a ello ya se habían transferido a las a todas luces "empresas fantasma" la cantidad de 2 mil 612 millones de pesos; la UANL había dado entrada y salida a lo aportado por Pemex, y la funcionaria designada para dar la cara, adujo que la UANL no tenía por qué dar cuenta y razón de los recursos propios que obtenía y que además no había normatividad que obligara a ello.
En el transcurso de los días, el Rector Jesús Ancer, anunció que la Auditoria Superior de la Federación acudiría a fiscalizar todo aquello que así lo ameritara y así parece que ya está sucediendo.
Acostumbrado como está todo lector, escucha y televidente al despliegue de infomerciales con los que las autoridades de la universidad estatal dan cuenta de la marcha de la institución siempre con tonos y énfasis positivos, la opinión pública tiene y mantiene la idea de que, por fortuna, han sido sepultados los tiempos en que la UANL era sede de agitación política, de conflictos, de inestabilidad , que hoy todo se hace como se debe y de la mejor manera, y los prietitos en el arroz, de existir, son producto inevitable del cambio permanente que ahí se gesta, por lo que hoy la denuncia periodística causa sorpresa, escozor, duda y hasta un poco de preocupación a todos aquellos que quieren y aman a su alma mater
Así las cosas, quien escribe, que suma en las filas de aquellos a los que la UANL formó como críticos, y no pueden abdicar de esa práctica que lleva a hurgar más allá de las apariencias, encuentra un hilo conductor entre la manera de conmemorar cuarenta años de la autonomía, a decir de las autoridades, ello con la conferencia del rector de la UNAM y el extraño modo en que la UANL presta servicios a Pemex, a través de empresas fantasmas, pero que son receptoras de los recursos que paga la paraestatal, lo que sería expresión de una nueva manera de concebir y ejercer la autonomía universitaria, en la que la ausencia de nomos pasa por ser lo que torna permisible el no rendir cuentas del monto y los usos de lo que las dependencias universitarias en particular y la misma UANL en general obtienen por concepto de ingresos propios.
Entre dos polos: la conferencia en cuestión con el tema de la autonomía y la postura que en lo inmediato asumieron las autoridades de la casa de estudios alegando su plena libertad para hacer con los ingresos propios lo que mejor les parezca, se cuelan dos cuestiones, dos interrogantes a saber:
A (más de) cuarenta años de autonomía, ¿el no tener que rendir cuentas de un renglón de ingresos egresos, es expresión de un enriquecimiento cualitativo de la autonomía universitaria?
Conmemorar cuarenta años de autonomía, habiendo fijado como fecha de inicio el 6 de junio de 1971, ¿supone borrar de un plumazo, desconocer que desde el 26 de noviembre de 1969,- según consta en los decretos 146 147 aprobados por el congreso estatal-, la universidad pública estatal es autónoma y cuenta con el sustento jurídico requerido?
Lo anterior nos coloca ante la pretensión no declarada, pero sí presumible, de las actuales autoridades universitarias de hacer dos rectificaciones: ampliar el concepto de autonomía, para incluir el privilegio de no rendir cuentas de todo lo que se repute como ingresos propios y,- lo que aparece como un intento de reescribir la historia de la UANL,- hacer del 6 de junio de 1971 y no el 25/26 de noviembre de 1969 la fecha de consecución del nuevo estatuto. Ocupémonos de esto último.
Se dice y es sabido que la historia la escriben los triunfadores, sin embargo ello no ha sucedido hasta ahora en nuestra Universidad; no ha habido necesidad de instaurar el equivalente a la "historia de bronce" que durante la larga etapa del priísmo fue la única versión de los hechos trascendentales en la vida del país, esa con la que se justificó la hegemonía del partido de la Revolución. Quizás la fortuna haya intervenido para que, hasta ahora, en la Autónoma de Nuevo León no haya habido necesidad de reescribir los hechos igualmente trascendentes en la vida de la institución para adaptarlos, acomodarlos a la visión y los intereses de las burocracias dirigentes.
Y no es por falta de ganas, pero quizás haya obrado con mayor peso específico un hecho más simple, el especial ethos de ser universitario, que suele frenar las ambiciones de grupos, camarillas y facciones.
En la memoria histórica de las generaciones que han desfilado por la UANL desde 1969 a la fecha, campea la plena certeza de que ella adquirió el estatuto de "Autónoma" a partir del 26 de noviembre de 1969, teniendo como sustento los resabidos decretos 146 y 147, aprobado por el Congreso estatal a iniciativa del entonces Gobernador Eduardo A. Elizondo,
Se tuvo y se tiene conciencia de que el nuevo estado de cosas, la situación de facto, dirían los juristas, requería de una nueva Ley Orgánica, que fuera la norma definitiva para el presente y el futuro de la institución, sin que esta provisionalidad, ésta transición pusiera en duda la nueva calidad institucional adquirida.
Un signo visible, significativo de por sí, e indiscutible fue el agregado de la "A", al acrónimo de la antes UNL, inserción que fue calurosamente acogida por las mayorías desde aquellos años.
Por si eso no fuera suficiente y a pesar de lo fallido del hecho, la Ley Orgánica promulgada por el Congreso estatal, el 26 de marzo de 1971 a iniciativa de Eduardo A. Eizondo,- quien ignoró olímpicamente la Ley Orgánica elaborada por una comisión tripartita de universitarios, Directores, un Maestro y un alumno por cada dependencia-, ratificaba la calidad de "Autónoma" y pretendía darle a ella el sustento definitivo.
Y así arribamos al 6 de junio de 1971, fecha en la que de manera inevitable se entremezclan la historia de Nuevo León con la de su Universidad estatal.
Así, el 6 de junio, es fecha propicia para conmemorar tres hechos:1) el cuarenta aniversario de la aprobación de la Ley Orgánica que aún rige y vige, y por ende, la instauración de la Junta de Gobierno; 2) la renuncia del Gobernador Elizondo quien prefirió dejar el cargo a derogar la Ley que había promovido a cambio de la que le fue impuesta por el presidencialismo autoritario, y algo que deberá de ser plenamente esclarecido, aceptado por los protagonistas y así, darle sustento definitivo a lo que pasa por ser mera leyenda: 3) la culminación exitosa de todos los esfuerzos del Presidente Luis Echeverría, por desplazar de la gubernatura estatal al multicitado Eduardo A. Elizondo.
Es por demás obvio que el reciente 6 de junio, no hubo la menor intención de conmemorar lo mencionado en los puntos 2 y 3, que parecieran destinados al olvido y pese a lo que se dijo, la conferencia del rector de la UNAM , al hablar de la autonomía, fue un acto que rindió tributo a la instauración de la actual Ley Orgánica y de la H. Junta de Gobierno, salvo que, ello marque el inicio de una campaña que tiende, como aquí se presume, a reescribir la historia de la UANL.
Se puede conceder el beneficio de la duda y postular que la iniciativa del Rector Dr. Jesús Ancer fue, más que todo un acto fallido y que la actual dirigencia universitaria sabe y es consciente de que hay que remitirse a 1969, a lo sucedido entre mayo y noviembre de ese año, período en el que.( como se sabe) se gestó y desarrollo un proceso de activismo político de estudiantes y profesores altamente combativos; que objetó la estructura y el funcionamiento del modelo de universidad que padecían; que echó mano de todas las acciones políticas a su alcance enfrentando a las autoridades universitarias y estatales quienes, salomónicamente optaron por otorgar a la máxima casa de estudios, la calidad de "autónoma". Nunca jamás el 6 de junio de 1971.
Pero hay que tener presente que se viven otros tiempos, que desde hace más de treinta años en la UANL reinan la ley y el orden; que se ha logrado construir una entelequia de poder que gradual, pero efectivamente ha ido extinguiendo las condiciones en las que profesores y estudiantes, en uso de la normatividad vigente, actuaron como interlocutores del poder, de una dirigencia convertida en burocracia.
Así las cosas, el terreno fértil para la crítica, la disidencia y hasta la oposición es hoy un terreno yermo en el que la auto-censura es la expresión más exitosa del control político cada vez más eficiente y preciso, y es el tiempo propicio para que la élite dirigente con aires de triunfalismo mal disimulado intente borrar de la historia de la UANL, la etapa, para ellos olvidable, en la que profesores y estudiantes eran los protagonistas de la vida universitaria, y los dirigentes, las autoridades universitarias eran simple y sencillamente representantes con no otra tarea que la de dar el mejor cauce a los anhelos de la comunidad universitaria.
En 2011, y desde hace buen tiempo, están dadas las condiciones para desvalorar la lucha social de los universitarios y al influjo de la falsa conciencia, borrar el pasado indeseado e indeseable para enaltecer el presente luminoso que a lo largo de los últimos treinta años han ido forjando las sucesivas administraciones. y se explica que caigan, en la tentación (autoritaria) de reescribir la historia para que culmine con su obra "insuperable"
Así es que aparece el punto de enlace entre la conmemoración del cuarenta aniversario y el problema de los ingresos propios de los que no se da cuenta y razón y que motivó la denuncia periodística que se ventiló, justo, el 6 de junio.
¿Que por qué? Cabe preguntar. Porque simple y llanamente el que no se rindan cuentas del destino que se da a los ingresos propios porque no existe normatividad que así lo exija, expresa de forma implícita, pero también explícita que la cúpula universitaria siente y sabe que ha obtenido, un enriquecimiento cualitativo de la autonomía, que es caro a sus intereses en tanto les da plena libertad para obrar como mejor les parece.
En estricto apego a sus raíces griegas, "autonomía" (autos, sí mismo, nomos ley), hace referencia a la prerrogativa, al privilegio de individuos e instituciones de dotarse de sus propias normas de estar regidos y dispuestos a prestar obediencia y cumplimiento a ellas y solamente a ellas.
El estado de excepción se da cuando las normas no existen y entra en juego el axioma en uso entre los abogados, aquél que reza que "lo que no está prohibido, está permitido", y éste es y sigue siendo justamente el caso de los ingresos propios de los que no se rinden cuentas, porque no hay porque rendirlas. No está prohibido usarlos sin restricción, por lo tanto, está permitido hacerlo.
Es este un nuevo uso para la autonomía universitaria propiciado por la ausencia de normas y de sentir y saber que deben ser establecidas.
Retomo la afirmación de que las autoridades universitarias son hoy totalmente ajenas a los maestros, alumnos e investigadores; se han constituido en una entelequia de poder, que cada día pierde contacto con la vida en las aulas, laboratorios, talleres y bibliotecas y con el perfil, las aspiraciones, los deseos, los anhelos y las conductas de aquellos a los que supone representan.
La dirigencia universitaria goza de una autonomía, sui generis, lo que le permite realizar acciones insospechadas e insospechables ello como resultado de la dilución de todas las conquistas que se obtuvieron como resultado de la lucha social que se dio al interior de la institución y que dieron fondo y forma a una nueva etapa, breve si se quiere, pero valiosa por democrática, de la tantas veces mencionada UANL.
Hablamos de la dilución de las conquistas en las que se plasmó el movimiento contestatario de 1969, bajo la convicción de que nadie en su sano juicio busca volver atrás la máquina del tiempo. Pero para poder entender en qué han devenido y qué son hoy a diferencia de lo que ayer fueron, representaron y significaron, cabe hacer un breve trazo de las modificaciones que el otorgamiento de la autonomía trajo consigo, mismas que tuvieron vigencia, al menos, entre noviembre de 1969 y marzo de 1971.
Lo hacemos en forma esquemática.
1.-Antes de, el Rector y los Directores eran designados por el Gobernador del Estado. Sin injerencia de nadie más. Después: La autonomía otorgó a maestros y estudiantes la facultad de hacer esa designación mediante voto universal, paritario y ponderado-
2.- Antes de: el Consejo Universitario sólo contaba con una representación estudiantil mínima. Después se integró un estudiante por cada facultad o escuela.
3.- Antes de. El máximo órgano de decisión de cada escuela o facultad era la Junta Directiva, en la que se aceptaba la participación de un alumno, electo como parte de la Mesa Directiva estudiantil. Después: Las Juntas fueron paritarias. (Los maestros ya formaban parte)
Como se sabe y se puede ver al otorgar sanción para que el acrónimo UNL incorporara la "A" en su composición, se concedía a profesores y estudiantes el derecho a ser integrantes de los órganos de toma de decisiones y a asumir, con ello, las responsabilidades que ello entraña.
Decisiones expresas del Consejo Universitario y las Juntas Directivas especificaron las condiciones para que, mediante votación universal paritaria y ponderada se eligiera, al menos en dos ocasiones al Rector de la institución y hasta junio de 1971, los Directores de escuelas y Facultades fueron elegidos de la misma manera.
Esas fueron la forma y el fondo, el contenido concreto de la que es, sin duda, una primera etapa, una primera versión de la "autonomía" en la universidad pública estatal. Luego del fallido intento de la igualmente fallida Ley Orgánica de marzo de 1971, de triste memoria, aparecerá, para mediatizar la participación de profesores y estudiantes en la conducción de su casa de estudios, la H. Junta de Gobierno, que tiene, desde entonces, la función nominal de decir la última palabra en la elección de las autoridades.
El secreto mejor guardado es que ha servido de pantalla para que el nombramiento del Rector y Directores vuelva a manos del Gobernador en turno, vía beneplácito o veto.
Obviamos el detalle de todos los factores que obraron para que hoy, se cumpla al pie de la letra el dicho atribuido a Don. Benito Juárez, aquél "acátese pero no se cumpla". En este caso toda la normatividad que en el papel sigue haciendo posible la participación de maestro y alumnos en los órganos colegiados de toma de decisiones, es hoy sólo la puesta en escena de una gran simulación de democracia dirigida que se hace posible por obra y gracia de dos factores que se condicionan entre sí.
El primero de ellos es una burocracia que guarda sus filias con el sistema de poder estatal y federal, que son su sostén, vía otorgamiento del presupuesto y partidas especiales según se acate o no la política educativa que traza el gobierno federal a través de la Secretaría de Educación Pública, la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior.
Surge así, una paradoja digna de consignar, las autoridades universitarias disfrutan de una amplia autonomía respecto a su base social, y al mismo tiempo, padecen (¿) una total dependencia del Estado mexicano, o que es tema para próxima ocasión.
El otro factor es el ir y venir de las generaciones de jóvenes que han ido cultivando y acendrando su a-criticidad; su ensimismamiento, que les lleva a ocuparse sólo de sus intereses inmediatos: obtener calificaciones aprobatorias y el título con el menor esfuerzo posible,- hay excepciones-, lo que los aleja de la "política universitaria" al mismo tiempo que de la grilla, en aras de la diversión fácil y el consumismo que es, ya, componente de su identidad.
La conjunción de estos dos factores ha hecho posible que las autoridades ejerzan un control político que puede ser calificado de total y absoluto. No hay disidencia, no hay crítica, no hay oposición alguna a los inevitables actos de autoritarismo. Las débiles voces de inconformidad son reprimidas sutil o abiertamente, y se ha construido una pirámide de poder, con al menos dos estratos: los maestros, investigadores y estudiantes de cada dependencia, acatan todo mandato de "su" Director y cada uno de los 50 con ese puesto, acata los dictados del Rector, cuidadosamente legitimados en la Junta de Directores. En todos los casos lo que hay que cuidar es el puesto y es mejor autocensurarse que defenderse.
La Junta en cuestión, es un órgano de dirección que sustituye y suplanta al Consejo Universitario, que sólo se ocupa de sancionar lo que de allá se le remite. Existe de facto, pues no está sujeta a otra normatividad que la de la efectividad en el mantenimiento del control político y es eficaz apaga fuego de la llama más débil que se intente alentar desde aquello que es, siempre, un peligro latente, su base social.
Se cuenta hoy con una "autonomía " a la inversa: aquella de la que goza la burocracia universitaria que ha acabado por sólo representarse a sí misma, por lo que su máxima preocupación es crear y recrear las condiciones que le permiten mantenerse y hacer crecer el amplio poder del que disfrutan, que es lo que les permite no rendir cuentas de los ingresos propios y de algunas otras cosillas, a condición de que acaten fielmente los dictados que emanan de la burocracia política federal que es la que premia la obsecuencia, pero también la castiga.
Para observadores y analistas que cuelan sus voces desde el interior, por ahora sólo se está mostrando la punta del iceberg, y el asunto tiene mucho, muchísimo fondo. Sólo resta esperar.
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