Lo hemos señalado en otros foros: las paradojas han acechado a la conciencia de México. En este caso, parece que sólo podemos hablar del pasado pero a la vez, como se muestra en la política, padecemos una amnesia ideológica. Igual en 2008 podríamos hablar de 70 años de la expropiación petrolera del 38, de 60 años de la aparición del charro De León en el sindicato ferrocarrilero, de Vallejo y las huelgas ferrocarrileras del 58-59, etc.

En la opinión corriente se habla, entonces, con signos mitológicos, no con la razón. Pero mientras en ésta se parte de un problema para encontrar sus vías de solución, en el mito se relatan los hechos como un acertijo que nos obliga a buscar el problema de origen. (Por ejemplo, Atenea nace de un hachazo que Hefestus da en la cabeza de Zeus).

 

***

 

No hablaremos, pues, del pasado "pasado", sino de lo que nació al futuro hace 40 años. Esto es, de lo que todavía transcurre.

 

  1. Pero, ante todo, desmitificar...

* Cada 2 de octubre se oye decir por quienes se han apropiado del papel protagónico: "yo estuve allí", "la policía nos llevó", etc. Están a tono con el referente metafísico que el periodismo ha acuñado en estos tiempos: "estar en el lugar, con las personas y el tiempo equivocados".

 

Como si una mano siniestra dirigiera los acontecimientos y los jóvenes que participaron en el movimiento sólo fueran meras víctimas. (El Comité que se autoatribuye la herencia histórica del 68: Alvarez Garín, Jardón y otros más). Su discurso son nombres y nombres, como si respondieran al interrogatorio al que nos sometía la policía.

 

* Otros sólo recuerdan la represión y se pintan de necrofilia. (Poniatowska).

 

* Otros más repiten ritualmente que fue la "batalla contra la represión y por las libertades democráticas". (Los herederos de las izquierdas de aquellos días).

 

* Y, a salvo de toda sospecha, los canales comerciales de tv organizan "mesas redondas", donde los académicos de las universidades privadas y gentes que en aquellos días no abrieron la boca para nada, hacen "análisis" neutrales, objetivos.

 

Cuando publicamos el libro México a 30 años del 68, donde hacemos un examen político, ideológico y educativo de la universidad mexicana desde los 60's, Polo Ayala dijo sensatamente: "hemos andado gritando en la calle y nos hemos olvidado de nuestra casa". Es cierto, el poder ha hecho lo que ha querido con las universidades y con los organismos estudiantiles y los partidarios del 68 sólo recuerdan, desfila y gritan.

 

  1. Sin mitificaciones, por tanto, tengamos presente.

Nuestra generación del 68 creció en el salto del México rural al industrial y comercial. Para entonces la clase empresarial ya no era un mero proyecto del proteccionismo estatal sino una formación social con poder y fuerza propia. Los gobiernos ya no se sentían obligados a ser fieles a la línea de la Revolución (el mismo López Mateos se había proclamado "vasconcelista"), la clase del capital tomaba sus propias decisiones.

 

Gustavo Díaz Ordaz, autoritario en toda su actuación, se presentaba como amigo de los Estados Unidos, se propuso hacer desaparecer las Normales Rurales, convertirlas en escuelas técnicas agropecuarias y encuadrar el crecimiento de las universidades en cauces burocráticos de sumisión al poder al fundar la Asociación Nacional de Universidades, igual que lo hizo con los sindicatos y el Congreso del Trabajo. Se trataba, era obvio, de ordenar el país como un sistema. (El stablishment, decíamos).

 

El movimiento estudiantil, ante el corporativismo social que sometía a los sindicatos, los campesinos y el "sector popular", no pudo ser cooptado por el poder y los organismos juveniles del PRI.

El aliento generado por la revolución cubana nos hizo sentir que la transformación social estaba a nuestras puertas, la crisis mundial del movimiento socialista abrió grandes discrepancias estratégicas en 1961 con la aparición de la tesis de la revolución pacífica y las divergencias frente al bloque soviético y la represión de los movimientos civiles en México (como los médicos, los magisteriales, los campesinos, etc.) iban generando una gran distancia entre los jóvenes estudiantes y las viejas generaciones en el poder que se parapetaban en el "principio de autoridad".

Todo eso indujo a muchos de nosotros a participar en la integración de grupos de lo que se llamaron las "nuevas izquierdas", contrapuestas a la del Partido Comunista y el Partido Popular Socialista.

La generación de propuestas para democratizar los sindicatos y conquistar la independencia ideológica y organizativa de la clase obrera, la acción de diversos grupos en la formación de la Central Campesina Independiente, si bien eran tareas emprendidas por núcleos minoritarios, generaban un ambiente ideológico de discusión y diálogo que se hacía extensivo a toda la universidad a través de los órganos de la prensa estudiantil, que en aquellos tiempos eran la tribuna principal de nosotros.

Allí se convirtió en una propuesta pública la formación del partido de la clase obrera, de los campesinos y los estudiantes.

Diversas reuniones nacionales de grupos estudiantiles tuvieron efecto en México, Morelia, Monterrey y otras ciudades. Las batallas que se dieron, el intercambio de posiciones, las disputas por la dirección, la caracterización de la vida nacional, la orientación general del movimiento, iban formando un trasfondo ideológico común.

En ausencia de una sola dirección y objetivos comunes, el poder se expresaría al respecto diciendo que: "los estudiantes saben lo que no quieren, pero no saben lo que quieren". En realidad, el movimiento estudiantil había rebasado al ritualismo ideológico en el poder y a las consignas de las izquierdas mundiales transplantadas a México.

Por estos antecedentes, la acusación que el sistema mexicano siempre hizo contra los movimientos disidentes, señalándolos como "importadores de ideas exóticas", era sólo expresión de su osificación y su incapacidad para comprender el surgimiento de nuevas fuerzas sociales.

El movimiento de Berkeley en 64, el de Berlín del 67, el de Uruguay y París en 68, no explican nada sobre el movimiento mexicano, que iba cobrando una dialéctica propia.

 

  1. El movimiento en Monterrey.

A las condiciones en las que se desenvolvía el estudiantado nacional, se agregaba en Nuevo León su maduración y el abandono de su minoría de edad ideológica.

 

Debe recordarse que desde inicios de los 60's se buscaba limitar el cupo de las escuelas de la Universidad de Nuevo León. En unos casos (como en la medicina, ligada incluso a empresas extranjeras, como la Kellog)), para reservarla a los grupos que han manejado los negocios de la salud desde aquellos tiempos; en otros, para canalizar demanda de estudios hacia instituciones privadas, como el tecnológico, y a los intereses de los negociantes de la educación que ya se dejaban ver. (Coello, por ejemplo).

 

De tal manera, la batalla por el ingreso de las nuevas generaciones a la universidad, cobraba un carácter popular "contra la aristocratización de la educación".

 

A eso se agregaba el surgimiento de diversos focos de descontento en contra del arcaísmo académico, sobre todo el nacido en la Escuela de Filosofía en 1965, en el que protestamos contra la corrupción administrativa y el dogmatismo filosófico con el que disfrazaba el oscurantismo religioso de Agustín Basave. Este movimiento, en particular, polarizó las posiciones políticas hacia el interior de la UNL, hizo extensivo el debate ideológico a grandes grupos y deslindó los campos de batalla entre quienes buscábamos dejar atrás la vieja universidad y dar paso a una educación "científica, democrática y humanista".

A raíz ese movimiento, las derechas vieron con preocupación que se había derribado a uno de sus ideólogos principales. Cosa que aprovechó Eduardo Elizondo, quien era tesorero en el gobierno de Livas, para maniobrar, conseguir que el gobierno lo nombrara rector y desde allí marcar la línea autoritaria y aristocrática a seguir, aprovechando además la rectoría como un trampolín para llegar a la gubernatura.

Este personaje, de infausta memoria, se jactaba de ser apoderado de once empresas y, criticando a los "jóvenes que no creen en nada", afirmaba que la universidad debía ser manejada igual que los negocios.

A los pocos días de tomar posesión como rector en 1965, propuso al que esto escribe la desaparición de la Facultad de filosofía y letras, arguyendo que "estas áreas no son para el pueblo o las mayorías, sino para gente selecta". Proponía, en cambio, la formación de un "instituto de investigaciones" con becarios bien pagados.

Se le hizo ver su ignorancia en estas cosas al recordarle que el gran maestro de la filosofía, Sócrates, enseñaba en la calle, el mercado, la plaza pública, a todo aquel que quisiera oírlo. Las esuelas de filosofía, afortunadamente no responden al mercado laboral.

En adelante, además del trabajo académico, la tarea de los estudiantes de esta escuela incluía la defensa por su existencia y en contra del pragmatismo de los negocios que se trataba de implantar en la UNL. Batallas que se libraron hasta nuestra expulsión por el porrismo en 1972.

El citado personaje sentía que ya había alineado a los profesores con prebendas a través del Sindicato Universitario, que se prestaba para servirle en la llegada a la gubernatura. (Varios grupos estudiantiles denunciamos en la misma asamblea general de los trabajadores de la UNL, los trucos que, con la complicidad sindical, se utilizaban "para elevar un rector a gobernador").

Ya siendo gobernador, en marzo de 1968 el sr. Elizondo exhibió su política antiuniversitaria en contra de las clases pobres. Propuso un anteproyecto de ley para crear el "Instituto de Préstamos para la Educación Superior y Técnica del Estado de Nuevo León".

Con éste se buscaba que las cuotas de los estudiantes cubrieran todos los gastos de la universidad, con el pretexto de darles créditos para pagarlas al terminar sus estudios. Era el mismo esquema del ITESM, que había buscado hacer extensivo al país en 1964 el sr. Espinosa Yglesias, del Banco de Comercio.

Dicho "instituto" estaría formado de manera corporativa: por el rector, el director de educación pública, un representante del gobernador, dos de los campesinos, dos de los sindicatos, dos del sector popular y dos del "consejo estatal de la ciudadanía". Era el mismo esquema fascista que impuso en 1971 cuando designó a un coronel como rector de la UNL, que quedó gobernada por una junta de "notables". ("Por su ignorancia", decíamos los estudiantes).

El movimiento estudiantil estaba maduro en aquellos días. Se constituyó un Consejo Estudiantil, formado por representantes directos, electos democráticamente por cada grupo escolar.

La organización general, democrática e independiente de los estudiantes fue un gran avance. En contra de los grupos políticos partidarios y de interés que despreciaban esa posibilidad y creían que el estudiante no tenía la conciencia y la disciplina suficientes para unirse y organizarse por su cuenta, la batalla contra las cuotas y la aristocratización en la UNL sentó este precedente.

El gobierno dio marcha atrás ante la amenaza de incorporar a otros sectores de la población a la lucha contra las cuotas. (En documento publicado por la revista de circulación nacional, Sucesos, del 4 de mayo de 1968 se exponían las razones para rechazar el proyecto empresarial de Elizondo). "Los estudiantes de Nuevo León no quieren que la educación sea un privilegio de los ricos", decía. "Que se abran las puertas de la UNL a los hijos del pueblo humilde" y que desaparezcan las concesiones que se dan a las empresas, exigía el movimiento.

El Consejo Nacional de Huelga que se formaría en la Ciudad de México en agosto de 1968, también tomaría esta forma de organización, poniendo al margen a la Juventud Comunista y la Federación Nacional de Estudiantes Técnicos del IPN, que pretendían capitalizar el movimiento en su provecho particular.

La organización democrática y general fue la gran lección que los estudiantes dieron a la democracia mexicana.

Pero algo más se había ganado: un legado que se ha devaluado ante la pasividad de las generaciones herederas de aquella. Más allá de los crímenes, de la denuncia, el protagonismo, la manipulación y la enajenación de la conciencia de los estudiantes, se había constituido un sector particular de la vida nacional.

Nada, pues, del movimiento era inexplicable; y ningún gesto, ademán, acto, palabra, sentimiento o denuncia era despreciable para despertar a los jóvenes que se rebelaban contra la "gran costumbre".

 

  1. El nacimiento del sector estudiantil.

A diferencia de un segmento de la izquierda, del gobierno, los rectorados y los sindicatos universitarios, que nunca quisieron reconocer autonomía al movimiento estudiantil, éste demostró que era capaz de ello.

 

Una condición general de la vida contemporánea, que era captada intuitivamente por algunos grupos de estudiantes, era el marco de referencia del nacimiento de dicho sector. Los cambios científicos y tecnológicos que se venían gestando desde finales del siglo XIX y que cristalizaban ahora con la revolución cibertécnica, han ido elevando la importancia del trabajo científico y profesional, ante la fuerza de trabajo iletrada que va perdiendo capacidad de generar valor económico.

En ese marco, el estudiante forma parte de los cambios y formaciones sociales contemporáneas, aunque el poder no se lo reconozca. La prueba de ello es que actualmente tienen derechos especiales los niños, los ancianos, los homosexuales y hasta los animales, pero no existe un derecho de los estudiantes; aunque éste forme parte de las nuevas capacidades sociales, puesto que se prepara para el ejercicio profesional, cuya repercusión es la elevación de la eficiencia y la productividad general del trabajo.

Sentado por supuesto que, con una orientación social y nacional, su trabajo contribuye a la solución justa de las necesidades de los mexicanos y a la soberanía tecnológica de México.

En pocas palabras, el estudiante había nacido como un sector social debido a los cambios en las funciones del conocimiento y la actividad profesional después de la segunda guerra mundial.

Las viejas concepciones sociales, no lo entendieron así. Igual que en el siglo XIX, incluido el marxismo, no se reconocía al campesino como un sector con derecho propio en la vida nacional. (Todavía la Revolución Obrera Rusa de 1917 lo tenía como un mero aliado, mientras la Revolución Mexicana le dio carta de existencia nacional en el artículo 27 constitucional).

Su posición como sector social, como quiera, es especial. A diferencia de los asalariados, que pueden ser presionados por el empresario o por el sindicato para renunciar a su lucha, la presión económica no puede ser ejercida contra el estudiante. A diferencia del trabajador en activo, no puede presionar contra la estructura económica para buscar su modificación en el terreno productivo.

No obstante, la estrechez de miras en la que se ve atrapado el trabajador, contrasta con las posibilidades que el estudiante tiene de abrir su conciencia y contribuir a iluminar el mundo con su pensamiento.

 

Su brújula, en todo caso, es la misma que la liberación del trabajo en general.

 

  1. Algunas enseñanzas.

Las perspectivas que esta situación del estudiante desata son inmensas. Así lo hacíamos ver el 3 de octubre en el documento Las perspectivas del movimiento estudiantil, presentado en la Facultad de leyes de la Universidad.

 

Sus conclusiones:

 

* "El estudiante ha aparecido como un sector social y político específico".

 

* "Ha de asegurar su existencia sosteniendo la independencia de las sociedades de alumnos respecto de los partidos políticos y las autoridades."

 

* "Una tarea suya es rescatar la universidad para sus propios fines (la ciencia, la cultura, el sentido democrático y humanista de la vida)".

 

* "Siendo un poder, debe ejercer su fuerza para poner la balanza política en favor de las clases trabajadoras y una sociedad mejor."

 

* "Otra tarea es la integración de una comunidad que luche por una patria independiente." Y finalmente

 

* "Remover organizadamente la conciencia del mundo. Es decir, ejercer el papel de inteligencia que ha comenzado a desplegar, frente a una intelectualidad que no acaba de comprender la gravedad del momento." (En el periódico Prometeo liberado, de la Facultad de filosofía y letras).

 

***

 

Ya sabemos que no ha sido así, que el poder ha ganado la batalla temporal. Pero eso no niega lo dicho sobre la ubicación e importancia de los estudiantes y el trabajo, para hoy y para el futuro. Y ésta es una notable enseñanza del movimiento estudiantil del 68.

 

 

2 de octubre 2008