Preludio

Después de la campaña política en la que Sócrates Rizzo fue electo gobernador, Mentor fue designado como Coordinador de Comunicación Social. El había convencido a Rizzo de la necesidad de incluir a la Dirección de Canal 28 y Radio Gobierno en el proyecto del área de comunicación social, lo que consiguió. Mentor tenía muy claro que, cuando un sistema de radio, público o privado, se encuentra inmerso en un esquema de televisión, los recursos para radio escasearán, ya que la televisión es muy demandante de capitales.

Mentor me invitó como Director de Radio Gobierno, una vez que toma la decisión de separarlo de Canal 28. La consigna era la de desarrollar ese grupo de nueve estaciones, dotándolo del empuje que había ido perdiendo a lo largo del tiempo e imprimiéndole una personalidad propia: es así como surge Radio Nuevo León.

 

Los esfuerzos se orientaron en varias direcciones. Por un lado, teníamos que reconocer el trabajo de unos cuantos empleados, técnicos, productores, guionistas, locutores, que en ese entonces percibían sueldos de hambre; al mismo tiempo, debíamos profesionalizar al equipo de trabajo, consolidando algunas de las áreas y desprendiéndonos de algunas personas que no cumplían adecuadamente con sus labores, en muchos casos por falta de vocación.

 

En seguida, teníamos que re-equipar al que empezábamos a denominar como "Sistema Radio Nuevo León". Las ocho estaciones FM y la frecuencia AM apenas podían ser escuchadas en los alrededores de sus instalaciones. Se adquirieron nuevos transmisores y nuevos equipamientos de cabina, se inició un proceso de mejora física de las instalaciones, se obtuvieron aparatos de transmisión a distancia y grabadoras de mano de última generación.

 

Paralelamente teníamos que arrebatar al sistema estatal radiofónico de la connotación de "gobiernista" que se había ganado a pulso con el tiempo. Pretendíamos que Radio Nuevo León se convirtiera en un vehículo, sí, de comunicación social, pero no en un instrumento de apología del gobierno en turno; deseábamos contar con un grupo de medios moderno, eficiente, participante, que ofreciera espacios de expresión a todos. Para ello, nuestras cartas programáticas tendrían que reflejar contenidos de entretenimiento musical, en efecto, pero sobre todo espacios de radio hablada que proyectasen el quehacer político, cultural, educativo del estado en su conjunto.

 

Y en este esfuerzo fue gestándose la vocación cultural de Radio Nuevo León. Se convirtió a la estación FM de Monterrey en una estación de corte clásico, que complementaba su programación con emisiones internacionales; la estación AM fue transformándose en una frecuencia popular bajo el impulso de su audiencia, convirtiéndola antes que ninguna en promotora de ritmos tales como el vallenato (que más tarde iría adquiriendo letras de nobleza); las frecuencias dispersas por el resto del estado (Linares, Montemorelos, Galeana, Anáhuac, Sabinas, Dr. Arroyo) modificaron también sus contenidos e incrementaron su presencia y sus audiencias. Pero además de sus labores de difusión cultural, Radio Nuevo León empezó a mostrarse como agente de promotoría: nacen así los Conciertos de Verano, que pronto serían seguidos por series de conciertos en cada estación del año, la Fiesta de la Música, la transmisión en vivo de actividades culturales propias y ajenas.

 

Mientras Radio Nuevo León consolidaba su personalidad propia, solía mantener algunas conversaciones con Mentor en relación con el quehacer cultural. Nos disgustaba el diseño de promoción cultural tradicional que imperaba en el estado. Pensábamos que el esquema de realización de eventos per se no representaba nada si no era precedido de esfuerzos claros de promoción y si no respondía a las necesidades y a los requerimientos de la población; considerábamos que era sumamente grave la carencia de una difusión más extensa e intensa de las actividades artísticas, pero también de las expresiones culturales de nuestro estado; estimábamos que la estructura cultural vigente privilegiaba a su burocracia por sobre las responsabilidades de promoción y difusión que son las del gobierno; rechazábamos esa especie de clientelismo que se ejercía ante las comunidades de creadores y artistas; incomprendíamos el aislamiento en que se encontraban las localidades lejanas a la metrópoli; creíamos que debía reconocerse al fin la madurez de la comunidad cultural de Nuevo León.

 

A mediados de 1994, Mentor Tijerina era designado Secretario de Desarrollo Social, una entre cuyas áreas de atención era justamente el área de cultura.

 

Andante (presto)

 

Fiel a su costumbre, Mentor me invitó a hacerme cargo de la Subsecretaría de Cultura unas cuantas horas antes del nombramiento. Yo sabía que, al aceptar, estaba firmando anticipadamente el acta de defunción de la estructura cultural tradicional, considerando lo que habíamos discutido ampliamente en el pasado. Era para nosotros la oportunidad histórica de intentar nuevos rumbos para la administración cultural.

 

Tres fueron básicamente los objetivos que nos propusimos desde un inicio: primero, tendríamos que revisar a fondo el organigrama operativo de la Subsecretaría, en función de las actividades que ya se planeaban para 1995; luego, inmersos en la crisis económica cuyas consecuencias negativas golpearon los presupuestos destinados a la Subsecretaría, tendríamos que procurar no caer en el inmovilismo, rescatando aquellas actividades indispensables y buscando nuevos recursos y medios para el desarrollo del quehacer cultural en el estado; en fin, buscaríamos sacudir las estructuras, modificando con ello la política cultural de la entidad. Y así lo hicimos.

 

La Subsecretaría de Cultura modificó su estructura, acentuando algunas áreas y limitando otras. Me acompañaron algunos de los personajes que habían colaborado en la construcción de Radio Nuevo León, como Arnoldo Nerio, Chema Mendiola, César Jaime, José Elizondo (Gustavo Leyva se mantendría en Radio Nuevo León a efecto de consolidar el trabajo hecho hasta entonces), y aprovecharíamos la experiencia y la vocación de personajes ya reconocidos de la administración cultural, como Alejandra Rangel y Luis Martín.

 

Dos eran las urgencias en ese entonces: la planeación del ciclo 1995, que se anunciaba funesto por cuanto los recursos económicos, en el contexto de la crisis, serían reducidos, y la consolidación del patrimonio cultural físico. Todos los programas fueron puestos en entredicho, pero pudimos asegurar aquéllos que se habían vuelto la columna vertebral del trabajo de la Subsecretaría. El Festival Alfonso Reyes, el Día Mundial de la Danza, la Reseña de la Plástica, los programas formativos de la Casa de la Cultura e, incluso y después de muchos problemas de carácter financiero, la participación de Nuevo León en el Festival de la Raza. La continuación de los Conciertos de Radio Nuevo León fue apoyada igualmente.

 

Paralelamente buscamos afrontar los problemas administrativos en que se encontraban algunos de los espacios pertenecientes al estado, procurando separar hasta donde fuera posible las áreas administrativas de las áreas culturales propiamente dichas. Es así que la sede de la Subsecretaría se traslado provisionalmente a una vieja casa de la calle Padre Jardón, en el barrio antiguo de Monterrey. Posteriormente pudimos obtener del gobierno del estado la Casa del Arzobispado, en la Colonia Obispado, la que además de nueva sede de la administración cultural comprometimos para que, más tarde, albergara en sus sótanos el Museo Federico Cantú como una manera de honrar deudas frente a la figura del pintor. Obtuvimos también en comodato, condicionado a su utilización para actividades de carácter artístico y cultural, el Edificio de Correos o Palacio Federal, que actualmente sirve de asiento al Conarte. Se dieron los primeros pasos y se fomentaron las primeras ideas para el aprovechamiento de los ruinosos edificios de la Fundidora como espacios públicos destinados a la cultura, que imaginábamos pleno de salas de exposiciones, fototeca, cineteca, talleres de formación y teatros abiertos y cerrados.

 

No obstante (o tal vez en razón de) que los recursos seguían siendo escasos, consideramos que el tiempo estaba llegando para intentar nuevos esquemas de promoción, que implicaran una reorientación de las tareas de la administración cultural. La particular predilección de Mentor Tijerina por las artes plásticas impulsó el surgimiento de la Bienal de la Plástica Joven, como medio de fomentar el trabajo de los pintores y escultores del noreste del país, no solo mediante el otorgamiento de premios, sino de la itinerancia de los materiales de concurso por Coahuila y Tamaulipas. Surgieron programas de fomento y difusión novedosos, como el proyecto "Ópera de Cámara" y el de "Teatro de Medianoche". Buscamos apoyar el trabajo de los municipios del estado a través de circuitos artísticos. La coordinación con la Dirección de Culturas Populares se intensificó, propiciando proyectos conjuntos. Se apoyó el mes de la fotografía con recursos y la edición de un libro conmemorativo. Se procuró consolidar el Centro de Escritores y su labor editorial.

 

Pero lo que en realidad pretendíamos era encontrar un esquema de promoción capaz de convocar a todos los creadores, intelectuales y promotores del estado, de los más pequeños y sin pretensiones hasta los más connotados, para obtener el financiamiento para sus ideas, sueños y proyectos, mediante un sistema de selección incontestable. Se trataría de acabar con el autoritarismo de los apoyos oficiales, con el influyentismo, con el clientelismo, con el sentimiento de dádiva o recompensa a insospechados favores; se trataría de multiplicar los apoyos y los proyectos, a fin de que la actividad cultural de la entidad fuese generada desde la perspectiva de los creadores, intelectuales y artistas; se trataría de fomentar la aparición de nuevos espacios privados para la promoción y difusión del arte y la cultura; se trataría, en suma, de democratizar las actividades en el mejor sentido de la palabra, evitando la intervención insidiosa o perniciosa de la burocracia cultural. Nace Financiarte con la misión de reducir los márgenes autoritarios del gobierno en relación con los proyectos de desarrollo cultural, al tiempo de aumentar las opciones para la comunidad cultural del estado. Además, este esquema de financiamiento debería operar como préstamo, de manera que los acreedores al mismo tuviesen la obligación de pagarlo en dinero o en especie; desde luego que nosotros preferiríamos siempre el pago en especie, que permitiría multiplicar más aún la producción artística y la difusión cultural a lo largo y ancho del estado.

 

La actividad se mantenía intensa... Mentor estimó que podríamos ya intentar el paso definitivo.

 

Allegro, ma non tropo

 

Hacia mediados de enero de 1995 se había decidido quiénes eran los ganadores de la primera convocatoria de Financiarte. Decidimos ventilar hacia la comunidad la idea de restructuración de la administración cultural. Jorge Cantú de la Garza, desde su trinchera del llamado Consejo Estatal para el Desarrollo de la Cultura y las Artes nos auxilió en la tarea. Comentábamos ante los medios que era necesario repensar cuáles son las funciones esenciales del estado en la materia y cómo reorientar el gasto cultural para evitar que se perdiera en los alambiques burocráticos. Recordábamos que el gobernador Rizzo había escuchado a la comunidad cultural durante su campaña proselitista y que, en razón de ello, hizo desaparecer al Instituto de la Cultura de Nuevo León, pretendiendo que la nueva Subsecretaría de Cultura encontrara otros medios para realizar las labores de promoción y difusión por parte del estado; en efecto, si bien el ICNL representaba un organismo desconcentrado de la administración pública estatal, en los hechos operaba como una dependencia, que además era totalmente tributaria del gobierno en turno, por lo que su subsistencia carecía de una razón lógica.

 

Unos días más tarde, durante el evento en que el gobernador Rizzo hizo entrega de los cheques correspondientes a los proyectos premiados por Financiarte, propusimos la creación del Conarte. Se trataría de un organismo descentralizado de interés público, integrado por un grupo de personas realmente representativas de la vida cultural del estado elegidas democráticamente, que asumiría la función política, rectora y normativa que hasta entonces ejercía el estado; sería auxiliado por un área ejecutiva muy ligera y esbelta que atendería al menos tres programas estratégicos (fomento cultural, patrimonio y proyectos estratégicos), procurando reducir la participación del estado como productor a unos cuantos proyectos de carácter nacional o internacional que apoyaran a los agentes culturales de la localidad y concentrar lo más amplio de sus esfuerzos en programas de financiamiento y de becas. La idea central se apoyaba, pues, en tres columnas: descentralización de las funciones culturales del estado hacia la sociedad, adelgazamiento y profesionalización de la burocracia cultural y estímulo de la actividad cultural mediante mecanismos novedosos.

 

Convocamos a la realización de 8 foros de consulta durante la segunda quincena de febrero. Los foros fueron, desde el punto de vista de la asistencia y la amplitud de miras, un éxito. Pedimos a Alejandra Rangel que se encargara de la convocatoria general y la organización logística de los mismos, tanto para aprovechar su prestigio personal en beneficio del proyecto, como para sensibilizarla en relación con estas ideas que ella no conocía en su origen. Asistieron teatristas, músicos, bailarines, escritores, artistas plásticos, historiadores, sociólogos, directivos de escuelas, centros y asociaciones culturales privados, públicos y universitarios. Se percibía la sorpresa ante lo osado de los planteamientos, pero también la falta de confianza hacia nosotros "los políticos"; algunos no creían que el gobierno pudiera dar un paso de esa naturaleza; otros expresaban desconcierto... y esperanza.

 

Los resultados de los foros fueron sistematizados y procesados por Alejandra Rangel, Luis Martín, César Jaime y Arnoldo Nerio y, alrededor de la segunda semana de marzo se reunieron con un nutrido grupo de personajes representativos de las distintas orientaciones de la vida cultural del estado con el objeto de realizar el análisis de toda la información disponible.

 

Para finales de marzo presentamos los resultados. Conarte sería un organismo descentralizado, participativo, plural, responsable de establecer las políticas públicas culturales en la perspectiva de estimular las expresiones artísticas, incrementar los valores culturales y proteger, conservar y difundir el patrimonio cultural. Estaría integrado por 21 miembros: Un Presidente, un Vicepresidente, un Secretario Ejecutivo y 6 vocales nombrados por el gobernador, dos miembros ex-oficio (los directores de Canal 28 y de Radio Nuevo León) en razón de criterios de vinculación con la sociedad y 10 vocales designados por cinco gremios artísticos de manera democrática y directa. Aunque se percibía que el proyecto implicaba, en efecto, una descentralización de las funciones del estado hacia la sociedad, surgió de inmediato la crítica respecto del elevado número de vocales que sería designado por el gobernador en turno; no se había advertido entonces que dichas designaciones deberían recaer no en funcionarios públicos, sino en académicos, promotores culturales conocidos y representantes de la sociedad civil, que presumiblemente tendrían un alto grado de independencia intelectual.

 

En aquel tiempo continuaba la actividad operativa normal de la aún Subsecretaría de Cultura. Se programaba la realización del Festival de la Raza, del Encuentro Metropolitano de Danza, de una nueva convocatoria de Financiarte, del nuevo proyecto de Bienal de la Plástica Joven, de la Bienal Rufino Tamayo, de la Reseña de la Plástica, del Certamen Literario Alfonso Reyes. Se mantuvieron los talleres literarios los Miércoles Musicales de la Casa de la Cultura, el Teatro de Medianoche y la Primavera Musical de Radio Nuevo León. Se realizaron sesiones de lectura dramatizada, una retrospectiva de cine japonés y el primer taller de composición dramática.

 

Presentamos al gobernador los resultados de los foros de consulta sobre Conarte, convertidos formalmente en un proyecto de iniciativa de ley, quien la exhibió a su vez ante la comunidad cultural hacia mediados de mayo. En el evento el gobernador afirmaba a los asistentes que la firma de esta iniciativa representaba el nacimiento de una nueva relación entre gobierno y sociedad, donde la comunidad toma el poder para asumir la responsabilidad en materia cultural. La iniciativa fue firmada también por un nutrido grupo de los presentes, artistas, promotores, intelectuales.

 

La iniciativa fue enviada de inmediato al Congreso del Estado y para el 24 de mayo fue aprobada con algunos cambios. Los legisladores, en un prurito de desconfianza, mantuvieron bajo dominio del gobierno los bienes inmuebles como el Teatro de la Ciudad, la Casa de la Cultura y el Palacio Federal; además, aumentaron de 21 a 23 los miembros del Consejo, incluyendo a un representante de la Secretaría de Educación.

 

Coda

 

El Conarte debía entrar en actividad el 8 de junio, pero el gobernador no había realizado aún las designaciones que le correspondía. Este proceso se llevaría el resto del mes de junio, por lo que tuve que actuar como interino hasta en tanto se producían los nombramientos. La comunidad cultural estaba expectante, salvo algunos críticos que insistían en la inutilidad o en la cortedad de miras de Conarte.

 

El gobernador Rizzo había barajado varios nombres para la designación de la primera Presidencia. Me fue encomendado hablar con José Emilio Amores, quien declinó aduciendo cuestiones de carácter personal que le imposibilitarían atender debidamente el cometido.

 

Se nombró a Alejandra Rangel. Esa noche me encontré con Mentor Tijerina; brindamos por la nueva administración cultural, con la ilusión de que este modelo democrático tuviera buena y larga ruta...

 

Marzo de 2009.

 

(Imagen tomada de Internet / Derechos reservados por el autor)