Hace casi 14 años, el 7 de junio de 1995, se publicó en el Periódico Oficial del Gobierno del Estado de Nuevo León, la ley que creaba el Consejo para la Cultura y las Artes de Nuevo León (CONARTE). Este organismo público descentralizado nace en los momentos más severos de la crisis económica y presupuestal y ha sobrevivido con éxito la alternancia del poder y los estilos diferentes de 5 gobernadores. En esta ocasión me interesa comentar, en primer lugar, en torno a las motivaciones y circunstancias que originaron la propuesta de este nuevo esquema de promoción cultural; en segundo lugar, sobre el papel de la participación ciudadana como el elemento que explica su permanencia institucional y finalmente, mostrar que CONARTE es un ejemplo de una forma de gobernanza de redes democráticas mediante las cuáles se establece una nueva relación entre el gobierno y la sociedad civil en cuanto a la promoción cultural.

El 8 de febrero de 1995 Mentor Tijerina presentó el anteproyecto de CONARTE y el 19 de mayo, del mismo año, cerca de 150 miembros de la comunidad artística e intelectuales firmaron, junto conmigo, la iniciativa de ley para la creación de CONARTE. Para concretar esta iniciativa, se realizaron 9 foros temáticos públicos y cinco reuniones privadas en las que se afinó el proyecto de ley que fue aprobado por el Congreso con el carácter de "organismo público descentralizado con personalidad jurídica y patrimonio propios".

 

La ley estableció que el Consejo, en donde las decisiones se tomarían por mayoría de votos, estaría integrado por un presidente, un secretario técnico y 24 vocales conformados de la siguiente manera: dos personalidades del entorno cultural, tres promotores culturales, tres personalidades académicas, doce representantes de la comunidad artística (literatura, artes plásticas, teatro, danza, música, cine y fotografía) y tres representantes de la educación, radio y televisión estatales. Los doce representantes de los gremios serían elegidos democráticamente por los artistas de cada disciplina y desempeñarían sus funciones en forma honorífica. Aunque el gobernador designaría al resto de los integrantes, pero debido a la naturaleza autónoma del organismo, aquél sólo tendría influencia jerárquica directa sobre los representantes de educación, radio y televisión estatales. Después de varias consultas, en aquel entonces, decidí nombrar como presidente de CONARTE a Alejandra Rangel, quien dirigió el Consejo durante casi 6 años.

 

CONARTE fue creado en un entorno de crisis económica severa, pues en 1995 el Producto Interno Bruto Real de México cayó casi 7%, la inflación se disparó al 50 % y las tasas de interés superaron el 100%. Todo esto afectó seriamente las finanzas del gobierno por el impacto negativo que dichos factores tuvieron en los ingresos públicos y en el incremento de los gastos financieros. Dadas esas circunstancias, es natural cuestionarse lo siguiente: ¿Cómo explicar que en estas condiciones surge la propuesta de CONARTE? ¿Era acaso una medida para bajar el presupuesto a la cultura o para que el gobierno se desatendiera de esa responsabilidad? ¿Qué motivos impulsaron esa decisión?

 

Es difícil dar una respuesta contundente a esas preguntas, pero empezaré por señalar que desde mi período como alcalde de Monterrey tomé en cuenta el valor público que agrega la participación comunitaria en algunas acciones de gobierno. Así me convenció el esquema de presupuestos participativos que se ejercían con los recursos de PRONASOL, mediante los cuales se organizaba democráticamente a los vecinos y padres de familia para que propusieran el destino y ejercieran el gasto asignado a varias obras sociales en las colonias y en las escuelas. Estos programas demostraron su importancia en la creación de una cultura ciudadana mediante su impacto en la formación de redes sociales y en la confianza que creaba en los procesos democráticos. Estas consideraciones fueron claves para contrarrestar la inercia burocrática que lleva normalmente al funcionario a centralizar todas las acciones públicas.

 

El funcionamiento de CONARTE significó, en cambio, la promoción de decisiones descentralizadas que se apegaran más a las prioridades expresadas democráticamente por la comunidad cultural y que permitieran aprovechar la energía social de la participación de los gremios y sus representantes. Con este nuevo organismo, el gobierno no descuidaba sus responsabilidades, sino que encontraba una forma más eficiente de encararlas y lograrlas. La experiencia de mi campaña de candidato a gobernador me mostró que es la vida y la vibra de la sociedad las que generan la cultura y que el gobierno es una expresión de ése ímpetu, y en el mejor de los casos impulsor de la cultura y vitalidad social.

 

La austeridad presupuestal nos llevó a hacer más con menos, y así logramos un cambio importante: mientras en la anterior Subsecretaría de Cultura el 80 % del presupuesto se destinaba a gastos corrientes administrativos y el 20 % a promoción cultural, en CONARTE esa relación se invirtió y con el mismo presupuesto global se lograron metas mayores. Con el nuevo esquema nos ahorramos 1 millón de pesos en el costo de administración, cifra que transferimos a la promoción cultural directa. Sin embargo, la crisis presupuestal obligó al gobierno a posponer muchas obras públicas y en particular la construcción de la Cineteca, la cual había sido un compromiso de mi campaña electoral, pero finalmente en enero de 1996 se anunció la primera etapa de esa obra, cuya terminación e inauguración sucedió en abril de 1998.

 

La legitimidad lograda en la nueva organización y el impulso creado al empoderar a la comunidad cultural, motivó a que el Congreso aprobara incrementos presupuestales. Asi, los recursos destinados a la promoción cultural pasaron de 5 millones en 1995 a 10 millones en 1996. Estos recursos eran entregados a la comunidad cultural para su administración a través de esquemas como FINANCIARTE y becas del Fondo para la Cultura y las Artes. Evidentemente, para que funcionara la descentralización efectiva en el uso de esos dineros era necesario que el gobernador diera plena autonomía operativa y ejecutiva a CONARTE en el proceso de transición y consolidación del organismo, y así se hizo. El Consejo tuvo plenas facultades para hacer los cambios de personal que había heredado de la anterior subsecretaria y tomar decisiones por votación libre entre todos los miembros del Consejo. Esto dio credibilidad y fuerza a la participación de todos los consejeros, generando una dinámica que hizo de CONARTE un proyecto sustentable en el largo plazo, que trascendió a los cambios de poder y los intentos de algunos diputados de regresar al esquema centralizado/burocrático y los de algún gobernante de poner en dación de pago los terrenos del Museo de Historia Mexicana. En defensa de CONARTE, Mentor Tijerina declaraba en febrero del 2001 "...la consulta que está haciendo el gobernador Canales no es la verdadera ni la correcta por no apegarse al espíritu de la Ley".

 

Por otro lado, podemos explicar el cambio cualitativo que significo la creación de CONARTE porque en tiempos de crisis es más fácil cuestionar la validez de viejos esquemas de trabajo; así, frente a los cuestionamientos de la labor de gestión cultural, públicamente reconocí que mi gobierno se había equivocado con las tres reestructuraciones que se hicieron a la Subsecretaria de la Cultura durante los primeros cuatro años de mi sexenio, pues en esencia se mantenía el estilo centralista/burocrático de promover la cultura, como si esto fuera tarea sólo de iluminados encumbrados en la cúspides del gobierno. El estilo administrativo que instrumenté en los primeros años de mi gobierno era similar al utilizado en el Instituto de Cultura del gobierno de Jorge Treviño y de la Subsecretaria de Cultura del gobierno de Alfonso Martínez Domínguez. Aunque desde mi campaña electoral se habían propuesto nuevos estilos organizativos, la inercia de los antiguos opacó esas voces. Pero en 1995 nos dimos cuenta que estábamos equivocándonos y que era necesario un cambio substancial en las relaciones entre el gobierno y la sociedad civil en los asuntos públicos de promoción de la cultura y las artes.

 

La nueva relación se sustentó y fue impulsada por la convicción de valorar la construcción del "capital social" en las tareas públicas y por la fuerza que los incentivos tienen en las políticas públicas y no confiar solamente en las regulaciones burocráticas. Además, para que la participación social sea auténtica debe ser democrática y no elitista o simulada, y eso requiere una convicción en la capacidad creadora de la energía social que ella concita. Estas convicciones parten de una filosofía de mi gobierno más comunitaria y menos estatista. En estas condiciones la crisis puede convertirse en una oportunidad de cambio al romper inercias y paradigmas obsoletos, y dar entrada a nuevas formas de pensar sobre cómo hacer gobierno. CONARTE es un ejemplo pequeño pero significativo de un nuevo estilo de gobernar que pueden replicarse en muchas aéreas de gobierno, como en acción cívica, en el deporte popular y en los presupuestos participativos para mantenimiento e introducción de servicios. En otras aéreas como las grandes obras y el combate al crimen, el objetivo de eficacia obliga a estilos centralizados, aunque en el tema de seguridad es mucho lo que una sociedad organizada puede aportar.

 

Decíamos que la norma y el empoderamiento social fueron la combinación necesaria para que el acertado cambio cualitativo, que representó CONARTE, tuviera permanencia, pero a estas modificaciones estructurales debemos agregar, el papel del liderazgo que ejerció Alejandra Rangel y la visión estratégica de Mentor Tijerina. Además, para el funcionamiento del organismo fueron importantes los pesos y contrapesos de los representantes del gobierno y de la comunidad cultural los cuales le dieron el carácter democrático a CONARTE. Afortunadamente la curva de aprendizaje fue corta, quizás porque los intelectuales y artistas aportaban sus mejores luces. Años después hubo eventos de burocratismo y elevados sueldos a los funcionarios, pero con la fuerza de la opinión de los consejeros CONARTE pudo recuperar el rumbo.

 

De lo antes dicho, podemos concluir que CONARTE tiene importancia como pionero en la modernización del gobierno. En las tareas de administración de los asuntos púbicos en el pasado lejano predominaba el paradigma burocrático/centralista/weberiano y más recientemente el enfoque de la Nueva Gestión Pública o "Market-Based Governance". Estos esquemas tienen validez para ciertas áreas de gobierno, pero cada vez cobra mas influencia nuevas formas de gobernanza basada en la redes sociales y en el liderazgo comunitario, sobre todo a niveles municipales -Toda proporción guardada, CONARTE es un ejemplo modesto de "Presupuestos Participativos" a la manera como se practica con éxito en Brasil, Chile y Argentina y de "Democratic Network Governance" que se impulsa en el Reino Unido y los Países Bajos-. El modelo de CONARTE es un experimento exitoso de democracia deliberativa en el que mediante el diálogo se buscan los consensos, en lugar de la solución iluminada del ejecutivo del gobierno central. CONARTE impulsa y empodera a la sociedad, crea niveles superiores de confianza en la institución y entre los participantes, y al hacerlo contribuye a fortalecer el capital social, que tanto se ha deteriorado en la economía neoliberal y con la aplicación de los estilos de la Nueva Gestión Publica basada en criterios de eficiencia de mercado. CONARTE es un ejercicio de auténtica participación comunitaria, muy alejado de los consejos ciudadanos elitistas, y ha resistido la influencia de fuerzas centralizadoras.

 

La manera en que CONARTE ha realizado su trabajo y los resultados obtenidos, nos sugiere que los mecanismos democráticos los abraza el público y los convierte en éxito. No cabe duda que esa institución ha contribuido en buena parte al auge cultural y artístico que hoy campea en nuestra metrópoli. Movimientos culturales como el que realiza la Revista Pantagruélica seguramente contribuirán a fortalecer el espíritu con el que fue creada esa institución.

 

Marzo de 2009.

 

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